Te presento a Luka Miller. En cuanto conozcas algunos rasgos sobre él, sabrás que, por encima de todo, es una buena persona. Es generoso y altruista en todos los aspectos de su vida personal y profesional. Trabaja como enfermero, ayudando a los demás, por una profunda vocación. No soporta el sufrimiento ajeno, en especial si se trata de su familia. En la actualidad, espera el nacimiento de su primer hijo.
Se quedó huérfano cuando era niño. Sus padres murieron en un accidente de coche. Y él también estuvo a punto de perder la vida. Pero, pese a las dificultades, sobrevivió. A partir de entonces, le crio su abuela, que, hoy día, aún vive con él. La anciana es alguien muy especial. Abuela y nieto forman parte de una larga y pesada cadena, la cual forjará un nuevo eslabón con la llegada del bebé en camino.
Luka está casado con Clarisa, su amor de toda la vida, una maestra de escolares. Viven en la zona norte del barrio de Hornos, la parte obrera y humilde de la ciudad. Él trabaja en el Hospital Santo Damián, el viejo y saturado hospital público. En muchas ocasiones, debe realizar los agotadores turnos de noche.
En 2013, durante uno de estos turnos de noche, Luka conoce, por obra de la ventura, a Alexander Berkel. Enseguida, reconoce algo en él, y entiende que sus destinos se hallan ligados. Un importante vaticinio lo pronosticó.
Luka, en su casa, tiene un bonito acuario, lleno de variados peces de colores. Estos son los peces de su abuela. Y, como todo lo que esta posee, también encierran un vaticinio. Pues entre ellos hay unos nuevos, pequeños y recién llegados. Son siete.