El reino y la isla

20141023Ellatidodelhorizonte

La tercera parte de El triángulo escaleno se titula El reino y la isla y transcurre en el año 1431.

El relato se desarrolla en un reino hace tiempo olvidado, probablemente perteneciente a un universo que, si bien bastante parecido al nuestro, ninguno de nosotros habitamos. Este reino se llama Élsath. Se trata de un país pequeño, valioso por su situación, cultivos y hermosura. Su lema es “El horizonte del mundo”, puesto que se ubica al oeste de una península. Y su capital, Ciudad del Puerto, se halla junto a la orilla de un inmenso océano inexplorado por el hombre.

El reino de Élsath vive hoy una época de luto, congoja e incertidumbre. Hace seis meses, su rey, Absalón II, uno de los más queridos por el pueblo, falleció durante una batalla. Conmocionada por la noticia, su esposa, la reina Eternia, dio a luz a un bebé prematuro, el cual, desde el instante de su alumbramiento, se convirtió en el nuevo soberano, Noel I. Ahora, Eternia ejerce de regente de su país, mientras cuida a su niño en circunstancias muy peligrosas y complicadas.

Pues el rey Noel I, un bebé de sólo seis meses, está enfermo, y no se conoce la cura para su extraño mal. La vitalidad abandona su pequeño cuerpecito, como si alguien, o alguna fuerza sombría, se la robara malignamente. Dada la angustiosa situación, Eternia está dispuesta a hacer cualquier cosa para salvar a su pequeño y, asimismo, salvaguardar el porvenir de la monarquía. Entonces, entra en escena su mejor amigo, el peculiar druida Yerik, quien le relata una historia fantástica que será su única esperanza.

Porque, una vez, años antes, Yerik, conocedor de muy dispares saberes místicos, tuvo un sueño extraordinario. Atisbó la existencia de un lugar: una isla. En esa isla, vislumbró un volcán. Y, en el interior de un volcán, intuyó la existencia de algo maravilloso. Aquel sueño se convirtió en una particular obsesión para el druida. Investigó hasta descubrir antediluvianos pergaminos y narraciones acerca del tema. En estos, llega a decirse que, en esa isla, en el interior de ese volcán, mana el néctar de la vida eterna.

De este modo, Aldermar, el Primer Caballero del Reino, acepta la misión de la reina Eternia: partir en un incierto viaje por alta mar en busca de la isla y traer el néctar de la vida eterna para el pobre Noel. Aldemar es el más bravo caballero del país. En el pasado, perdió a su familia y estuvo a punto de extraviarse en la oscuridad. Mas, secretamente enamorado de la reina, se embarca a bordo del “Ulises”, la carabela más espléndida del reino. A su lado, van, entre otros, su eterno escudero y lugarteniente, Bernabé, y su hijo adoptivo, Abel. Sin embargo, algunos de los caballeros enrolados en la misión esconden su fidelidad al pérfido cardenal Baltasar, quien conspira para ocupar el trono.

Un noche, la madrugada anterior a la novena jornada de travesía, en el barco, el joven Abel, subido en lo alto de la cofa, otea el horizonte en busca de esa isla enigmática a la cual, supuestamente, se dirigen. Y, al fin, la imponente silueta de dicha roca comienza a perfilarse en lontananza. Y así empieza