Los barcos, las islas y los volcanes son tres piezas clave, un camino quizá sin retorno, en el argumento de El triángulo escaleno, mi primera novela de fantasía (novela que ya puedes leer), en concreto en la historia de 1431.
En 1431, Aldemar, el Primer Caballero del Reino de Élsath, recibe un singular encargo de la reina regente Eternia: surcar el vasto océano a bordo del Ulises, un barco de la flota real, rumbo a una isla misteriosa que posee un volcán.
El Ulises es el barco en el cual habrán de convivir casi una treintena de caballeros y marineros (no todos leales a la causa de Aldemar). Se trata de una carabela. Estas embarcaciones, características del siglo XV, se usaron en expediciones hacia nuevas tierras desde España y Portugal. Al contrario de su antecesora, la galera, no requería remeros, avanzando gracias al viento y a su velamen. Eran altas, largas, estrechas y ligeras. Podían navegar a 10 km/h. Posteriormente, sería sustituida por el galeón.
La isla a la que el Ulises llega, después de una travesía incierta de nueve jornadas, se presume como el islote más septentrional dentro de un archipiélago de componentes similares. Esta isla posee una forma irregularmente ovalada, con muchos entrantes y salientes a lo largo de su costa. Su paraje es rocoso y terroso. Es llana en casi toda su extensión. Pero, sin duda, destaca en ella su enorme caldera volcánica, hacia el sur. El cráter que corona esta imponente formación puede tener un kilómetro de diámetro aproximadamente. ¿Te atreverías a adivinar qué isla es?
Finalmente, alcanzamos el tercer y definitivo elemento que marcará, para siempre, el porvenir de Aldemar, del resto de la tripulación que ha arribado a la isla, y de aquellos que aguardan en la capital del Reino. Hablamos del volcán. Porque ¿qué es un volcán? Es una conexión entre la superficie de la Tierra y las profundidades de su corteza. Esta idea, la unión de lo superficial y lo profundo, adquiere distintas connotaciones en el contexto más místico de la novela. Al entrar en erupción, los volcanes arrojan al exterior magma desde el interior del planeta. Al hacerlo, por cierto, algunos pueden colapsar a causa de la violencia del fenómeno, y convertirse en calderas, igual que la descrita en la isla que encuentran Aldemar y los suyos. En esta isla, la narración va a centrarse en una caverna, una cueva formada en las entrañas del volcán a raíz de erupciones pretéritas. Aldemar llega a ella atravesando una cadena de pasadizos, de tubos volcánicos. Allí, hallará aquello que la Reina, aleccionada por el druida, afirma que es el néctar de la vida eterna.
Y, de esta manera, tras una arriesgada expedición por alta mar, desembarcando en una isla que resultará ser el escenario de diferentes y grandes peligros, da comienzo una cadena de sucesos que definirá El triángulo escaleno. Insisto en el poder del libre albedrío: somos fruto de nuestras decisiones. Pero, a veces, me pregunto: ¿acaso no estaban los personajes de la novela (todos ellos, los de las tres historias) predestinados a enlazarse?