Las ondas electromagnéticas, aunque también las de otra clase, y su propagación por el universo son otro de los temas relevantes en el argumento de El triángulo escaleno, mi primera novela de fantasía (novela que ya puedes leer), en concreto en la historia que transcurre en 2007.
En la entrada anterior, hablamos de la teoría de cuerdas. Según ésta, las partículas del universo no eran puntos (como consideran los modelos imperantes en la Física), sino cuerdas que, en función de su vibración, definían propiedades básicas como la masa, la carga, etcétera. Esas cuerdas, mediante su “sinfonía cósmica”, interactúan provocando los principales fenómenos del universo e, incluso, la conformación de membranas que conducen a la existencia de múltiples universos paralelos.
Así, las ondas, en especial las electromagnéticas, aunque cualquier onda, pueden, en el contexto de la novela, asimilarse bastante a eso que la teoría denomina “cuerda”. Una onda es, sin ir más lejos, la propagación de alguna perturbación, la transmisión de una energía. E, igual que las cuerdas interactúan dando lugar a todo cuando nos influye en el universo, las ondas se propagan actuando unas sobre otras.
Las ondas, en definitiva, están por todas partes. Ellas son el universo. Y nada ocurre de modo independiente, ya que todo se relaciona inexorable y, quizá, maravillosamente. Esta es una de las bases de las historias interconectadas de la novela.
Dos ejemplos muy sencillos de ondas son las sonoras o las sísmicas. Unas transmiten el sonido; otras, la perturbación de las placas tectónicas. Sin embargo, las más notables en la novela son las ondas electromagnéticas. Éstas pueden transmitirse en el vacío (es decir, hasta en el espacio exterior), hecho que da pie a algunas de las ideas que surgen en la trama. Las ondas electromagnéticas son la base de nuestra vida hoy día: ondas de radio y de televisión, microondas, luz infrarroja, luz ultravioleta, rayos X y rayos gamma (fundamentales actualmente en la Medicina)…; incluyendo, por supuesto, la luz visible (y su calor). Además, podríamos hablar también de ondas gravitacionales. Éstas son grandes ondulaciones que se creen causadas por cataclismos como la explosión de una supernova (concepto que hallarás en la trama de 2403) o el mismísimo Big Bang (el cual, por cierto, supone el fundamento de cierto relato, narrado por primera vez una noche de 1989 por Melchor, el padre de Alejandro y Gabriel; relato que se retoma, en la voz de diferentes personajes, en todas las épocas de la historia).
Con tanta onda, de tantas clases, a nuestro alrededor, ¿no resulta extraño pensar que puedan existir, danzando entre nosotros, sin influir en nuestros destinos?
Esa, en esencia, es la clave de las creencias científicas y místicas que los personajes de la novela deben aceptar. Todos somos polvo de estrellas. Estamos ligados a la inmensidad del universo (o los universos). Y la gran onda provocada por el latido de una estrella que va a morir, a años luz de nosotros, puede enlazarse, en un instante extraordinario, con el latido del corazón de alguien muy singular, dotado de un don casi divino.
Si tú, como Alejandro, Gabriel o Carol, también estás dispuesto a creer en los lazos que nos unen, entonces disfrutarás de la fantasía que te ofrece El triángulo escaleno.