El pasado ahogado

Bajó la ventanilla, pisó el acelerador y avanzó por esa apartada carretera secundaria. El viento revolvió su joven melena pelirroja dentro del vehículo. Estaba desesperada.

Su madre había desaparecido. Su tenaz, recia y amada madre se había desvanecido, con un escaso y confuso rastro tras ella. Madre e hija solo se tenían la una a la otra. Siempre fue así. Se querían como a nadie más en el mundo. Aquello no podía ser verdad.

Pero lo era. Y ella sabía la razón por la que su madre había desaparecido. La causa de su perdición había sido su conciencia. Algo, un hecho que la hija no discernía, hizo renacer en la madre una deuda largo tiempo desatendida, una tarea inacabada y una culpa que sepultó en su interior. Debía enmendar una injusticia acaecida décadas atrás.

Por ello, en pos de su madre extraviada, la hija abandonada llegó al lugar donde ocurrió aquella injusticia. Se trataba de un vieja finca, hoy casi abandonada, en mitad de ningún lado. Había un caserío, columpios, un granero… Allí empezó todo. Allí se truncó.

De pronto, allí, la joven revivió un hecho pasado que ella había ahogado en el fondo de su memoria. Quiso gritar, erguirse, salvarse. Tirada en el suelo, vio un enorme cielo azul encima de ella. No podía respirar. Derramó una lágrima. Y se acordó de aquel niño…