La amazona

Adoraba los caballos. Le parecían las criaturas más hermosas creadas por la naturaleza. Le encantaban el brillo y el color de sus crines, la textura de su pelaje, el poderío de su musculatura Mostraban porte y elegancia. Los caballos eran como ella. Se entendían mutuamente. Ella les cuidaba y educaba. Y ellos le hacían compañía en momentos como aquel, cuando echaba de menos a su único hijo.

Sus seres próximos, los muy pocos a los que podía llamar así, se referían a ella como “la amazona”. Ella procuraba no prestarles atención cuando lo hacían, aunque lo cierto era que, en el fondo, eso le agradaba. Ella era fuerte, resistente y temperamental. No le había quedado otro remedio. En ocasiones, le gustaría ser menos adusta, menos rígida. Pero la verdad era que ya no sabía cómo hacerlo.

A veces, se preguntaba si que la asociaran con los caballos, por los cuales tanta afinidad demostraba, no se debería a que la consideraban poco femenina, quizá embrutecida. Era consciente de no contar con muchas similitudes con otras mujeres. Pero había algo que las demás olvidaban: ella era madre. Y, en su opinión, no existía mayor exaltación de la feminidad que la propia maternidad.

A menudo, pensaba en su hijo. En realidad, lo hacía siempre; últimamente, más incluso. Se preguntaba dónde estaría, cómo estaría, y si también se acordaría de ella. Su corazón estaba acostumbrado a la añoranza. Meses antes de que su hijo naciera, se había visto obligada a despedirse del único hombre al que había amado. Desde entonces, atender a su niño, el centro absoluto de su vida, y cumplir con los deberes que exigía su casta habían sido sus únicas prioridades. Porque amar la había amargado, así que ya no le interesaba volver a sentir.

Ese día, hubiera querido montar a alguno de sus equinos favoritos; alejarse durante unas horas de la ciudad; adentrarse en aquel desierto que les rodeaba, casi tan extenso como la profundidad de sus cavilaciones. Pero era consciente de que no vivían buenos tiempos. Su abuela lo había declarado con solemnidad: se acercaba la guerra. La triple estrella se lo alertaba.

De modo que permaneció a los pies de la pirámide escalonada. No lo sabía, pero en breve iban a recibir a un visitante largamente esperado. Éste les llevaría hasta el único guerrero capaz de comandarles en la batalla. Si bien los acontecimientos la atraparían entre unos vínculos complicados. Y, finalmente, debería afrontar los grandes retos que su existencia le deparaba

 

2 comentarios

  1. Javier Kraus dice:

    Me gusta la delicadeca con la que te expresas, David. Es muy fácil imaginarse lo que cuentas en tus relatos. Chapó!

  2. ¡Muchas gracias, Javier! Espero que te sigan enganchando los relatos. Están relacionados.

    Yo, como ves en Twitter, sigo los tuyos, y también me intrigan.

    ¡Nos leemos! Saludos.